Toda esta historia comienza en el siglo XX, cuando el Imperio Otomano (actual Turquía) perdía grandes extensiones de su territorio luego de batallar ante distintas potencias europeas y sufrir una crisis económica muy fuerte que lo obligaba a pedir préstamos a poderosos países de la época. Para ese entonces, los armenios eran maltratados, reprimidos y brutalmente masacrados por las autoridades, quienes querían correrlos de la escena y quedarse con todas sus riquezas.
La participación en la Primera Guerra Mundial fue la excusa perfecta para seguir con la matanza. Tras el surgimiento de organizaciones como la Federación Revolucionaria Armenia o el Partido Hnchak, y levantamientos como los de las localidades de Zeitún y Van, que buscaban frenar la masacre y reclamaban el apoyo de otras naciones, los armenios fueron considerados aliados del bando contrario y, por lo tanto, enemigos.
Lo único que les quedaba era escapar y refugiarse en otros países en donde formar el hogar que les habían robado. “Mucha gente se quedó en Marsella, Francia, porque no se quisieron ir de Europa, pero otros se subían a los buques hacia Estados Unidos”, explicó Luciana Minassian, abogada y docente auxiliar en la Cátedra Libre de Holocausto, Genocidios y Lucha contra la Discriminación de la Facultad de Derecho de la UBA.
Pero no todos lograban el acceso y debían seguir camino a otros puertos, entre estos figuraba el de Buenos Aires. Según el Centro Armenio de Argentina, no existen cifras exactas con respecto al número de armenios y sus descendientes en el país, pero se estima que actualmente oscilan entre 100 mil y 150 mil habitantes, en su mayoría de tercera y cuarta generación, y casi todos descendientes de sobrevivientes del genocidio armenio.
Se calculan entre 3 mil y 4 mil los inmigrantes provenientes de la actual Armenia llegados al país en los últimos 20 años. “Eran personas que habían perdido todo, no solo lo material, sino también lo espiritual, sus iglesias, clubes, lugares de recreación y de esparcimiento”, asegura Juan Pablo Artinian, doctor en Historia.
Desde huérfanos hasta familias enteras arribaban sin conocer siquiera el idioma, pero al llegar veían un escenario más seguro. Se encontraban con personas de la colectividad que habían atravesado la misma situación, y recibían su ayuda. De a poco, su cultura echaba raíces en el territorio argentino.
Se establecieron mayoritariamente en Capital Federal, Córdoba y Mar del Plata, y fundaron instituciones como la Unión General Armenia de Beneficencia (UGAB), centros religiosos como la Catedral Armenia y, también, clubes deportivos.
Las organizaciones creadas eran una gran ayuda para que los refugiados se adaptaran a su nueva vida. Artinian resaltó los tres pilares fundamentales: la iglesia como una forma de aglutinación no solo espiritual sino también social; las escuelas, que permitían la socialización de los chicos y el aprendizaje de las tradiciones y el idioma; y, por último, los clubes, concebidos como organizaciones institucionales y políticas que generaban un ambiente propicio para la realización de actividades físicas.
En consonancia con esto último, Nakis aseveró que Deportivo Armenio nació como una forma más de agrupar a los jóvenes, algunos descendientes de armenios y otros directamente llegados a la Argentina en la década del ‘50.
Con los años, el club fundado el 2 de noviembre de 1962 se convirtió en fuente visualizadora de la colectividad y su historia. Además, a diferencia de otras instituciones armenias, hoy es una entidad en la que no importa si un hincha es descendiente de aquellos exiliados o no. Es un sitio de encuentro más allá de la camiseta, lo que allí prima es el sentido de pertenencia hacia la comunidad.
La Argentina, en todo eso, fue un sostén más que necesario. Es tal el compromiso del país para con la comunidad armenia, que reconoció el genocidio desde los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. A partir de la ley 26.199, sancionada en diciembre de 2006 y promulgada en enero de 2007, se declaró al 24 de abril de todos los años como Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos, en conmemoración al Genocidio Armenio.
Según los artículos 2 y 3, se autoriza a empleados, funcionarios de organismos públicos y alumnos de niveles primario o secundario de origen armenio a ausentarse para participar de las actividades conmemorativas. Incluso, el artículo 4 invita a los gobiernos provinciales a adherir a la legislación nacional. La mayoría lo hizo, salvo Santiago del Estero, Formosa y Tucumán.
Es por eso que la comunidad siempre demostró su agradecimiento al país que la cobijó en el peor momento de su vasta historia. “Es un pueblo (el armenio) que muestra la resiliencia de poder recuperarse de un hecho muy duro y, al mismo tiempo, tratar de tener una actitud colaborativa y brindarse todo lo que puede hacia la Argentina. De hecho, cuando fue la guerra de Malvinas en 1982, la colectividad hizo una campaña para recaudar fondos para los soldados durante la batalla. Fue, dentro de las colectividades, una de las que más ayudó”, manifestó Artinian.
FUENTES:
HDF
https://elequipo-deportea.com/2020/06/30/deportivo-armenio-el-club-de-la-memoria/
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