Se cumplen 37 años del inicio de los pogromos antiarmenios en la ciudad azerbaiyana de Sumgait, que luego se extendieron a lo largo de dos años en ciudades y poblados rurales de ese país.
La «perestroika» de Gorbachov propició que las repúblicas de la Unión Soviética tuvieran mayor autonomía para abordar sus asuntos internos, por lo que el proceso de «azerbaiyanización» cultural y demográfica en Nagorno Karabaj aumentó en forma desmesurada.
Este proceso trajo como consecuencia los reclamos de autonomía de la población de la Región Autónoma de Nagorno Karabagj -RANK- (región, en ese entonces, administrativamente dependiente de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán) mayoritariamente poblada por armenios.
La escalada del conflicto provocó la violenta reacción de las autoridades azerbaiyanas a través de la organización de pogromos antiarmenios en todo su territorio y el inicio de la lucha por la supervivencia de los armenios karabajíes.
Ante la pasividad de las fuerzas de seguridad, entre el 26 y el 28 de febrero grupos parapoliciales, con total impunidad provocaron muertes, violaciones y vejaciones de miles de armenios y el desplazamiento y deportación de 350.000 personas, estimativamente.
Nuevamente la estigmatización llevada hasta el paroxismo puso a los armenios en el lugar de “la razón de todos los males del país”.
Esta vez en Azerbaiyán donde un gobierno autoritario con un gran poder de represión oprime a la disidencia y ha instalado un argumento fenomenal para disciplinar a la sociedad azerbaiyana tras el “enemigo común” que amenaza su futuro.
Es así como el odio racial contra los armenios y el discurso bélico se han convertido en moneda común en Azerbaiyán.
Los pogromos de Sumgait son parte del plan sistemático de limpieza étnica turco-azerí que se desarrolla en la meseta armenia desde hace más de un siglo.
En esos días, los armenios revivieron el estado de desesperación, de vulnerabilidad y de falta de garantías que deben proporcionarse a los ciudadanos de cualquier país.
Las imágenes del genocidio de 1915 reaparecieron en las
retinas y reafirmaron la vigencia de los planes de limpieza étnica. Sumgait y luego Bakú, Kirovabad, Shamkhor y otros poblados, son una mutilación más, otro éxodo.
En la actual República de Armenia vive apenas el 20% de la población armenia.
Las consecuencias del genocidio persisten de diferentes formas; el bloqueo de las fronteras, los pogromos, la política turco-azerí de excluir a Armenia de todos los proyectos de desarrollo en el Cáucaso, son formas de pauperizar y de provocar éxodos forzados por razones económicas.
La idea de “una Armenia sin armenios” que motorizó al gobierno de los Jóvenes Turcos en el Imperio Otomano y que en la actualidad persiste en las perspectivas estratégicas de ambos Estados, está latente.
La negación del genocidio no solo opera contra la verdad
histórica, sino que angustia dramáticamente a los armenios sobre la viabilidad de un futuro digno, libre de las sombras de nuevas masacres.
Por eso, la lucha contra la política negacionista, por la verdad y la justicia, es una lucha contra una política de discriminación que busca aislar y segregar, para luego asimilar o destruir la identidad.
Los continuos pogromos antiarmenios de Azerbaiyán no pueden ser disociados de las políticas discriminatorias que el Estado turco y sus aliados desarrollan en el Cáucaso Sur.
+ VIDEO:
The Ordinary genocide. Sumgait, February 1988. Documentary.
https://www.youtube.com/watch?v=5zqjRxvaV4c&ab_channel=KarabakhRecords
FUENTE:
https://www.facebook.com/institucionesarmenias
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